martes, 1 de enero de 2013

Esas simples cosas

El aprendizaje es un asunto complejo. Durante los primeros años de nuestra existencia obtenemos enormes cantidades de información nueva que, lentamente, nuestros cerebros pasan a integrar con nuestros conocimientos previos, creando relaciones y nuevas ideas en el proceso.

La información recibida dista mucho de ser perfecta. Las cosas que podemos tocar y con las que podemos experimentar se mezclan con el pensamiento mágico, historias de ficción e información errónea proveniente de amigos o familiares. Sin embargo, poco a poco, comenzamos a ordenar cada cosa en su sitio, dando sentido a toda la información recibida. Es cierto que no todo el mundo lo hace de forma igualmente eficaz y probablemente casi todos tenemos áreas de conocimiento más "infantiles" que otras; pero la mayoría lo hacemos razonablemente bien.

Me parece asombroso que nuestros cerebros sean capaces de realizar una labor de esas características. Yo, por ejemplo, recuerdo haber creído que "los cigarrillos inhiben el crecimiento de los niños", "que "poniendo azucar en un bote y cerrándolo herméticamente hace que crezcan moscas en él" o que "bajando un cierto número de escaleras en un sitio al lado de mi casa hacía que apareciese un fantasma". Ya no creo en ellas, aunque estoy bastante seguro de que jamás me haya parado a pensar que eran falsas.

 Y sin embargo me parece que, escondidas, tenemos ideas infantiles, conceptos mágicos en los que no nos hemos parado a pensar detenidamente.

Un ejemplo típico es el fuego. Para la mayoría de las personas el fuego es esa cosa que quema otras cosas en lugar de una:
reacción química de oxidación violenta de una materia combustible, con desprendimiento de llamas, calor y gases (o humos)
Fuego en ausencia de gravedad. Claramente más científico.

No estoy diciendo que la primera definición no sea lo suficientemente técnica, sino que es infantil en el sentido de que es una idea que no ha variado gran cosa desde la niñez. Más aún, creo que ambas definiciones (y otras) pueden convivir perfectamente. Al menos en mi caso, me parece que lo hacen.

Otro ejemplo que se me ocurre es secarse con una toalla. En mi mente, si no me paro a pensarlo, las toallas secan por que esa es su razón de ser. Si lo pienso con calma me doy cuenta de que lo que estoy haciendo es repartir el agua entre dos superficies: una mi cuerpo y otra la toalla. Las toallas están compuestas de multitud de fibras entrelazadas y su superficie es muchísimo mayor que la de mi cuerpo (aunque cada día menos, por varias razones). Al frotarla y con la ayuda del efecto capilar,  el agua se reparte entre ambas superficies, llevándose la toalla la mayor parte. Una vez hecho esto, la evaporación termina con el resto de agua en la piel.

Seguro que hay muchos otros ejemplos y os animo a ponerlos en los comentarios.

En cualquier caso, me pregunto si el que sigamos manteniendo estas nociones "infantiles" es un defecto de nuestra educación o una necesidad de nuestros cerebros para ser capaz de manejar información compleja. Pensemos, por ejemplo, en el caso de las recetas de cocina.

Una de las recetas más sencillas posibles es la de un filete empanado. La cosa podría ser algo más o menos así:
Coger filete. Empanar. Freír.
Esta simplicidad esconde una cantidad de detalles alucinante. Supongamos que queremos explicarle esa misma receta a un extraterrestre. Voy a poner una versión simplificada:
  1. Coger animal genéticamente seleccionado durante miles de años para carne (y ciertos fluidos), matarlo, extraer fluídos, cortar una pieza de músculo de una parte concreta del animal con cierto corte [... ]
  2. Coger un óvulo sin fecundar de otro animal seleccionado durante miles de años para que ponga óvulos de gran tamaño y muy a menudo [...]
  3. Coger semillas de trigo, machacarlas hasta que sean polvo quitándoles la cáscara. Mezclar con agua, sal y cierto tipo de hongo microscópico y poner a calentar hasta que se produzcan ciertas reacciones químicas. El resultado se llamará pan.
  4. Dejar secar el pan durante unos días y rallar hasta tener suficiente cantidad de "polvo de pan". 
  5. Sacar el óvulo de su cáscara rígida y poner en un recipiente. Batir con una varilla hasta que emulsione, pero sin que se lleguen a formar burbujas de aire.
  6. Cubrir el trozo de carne con el óvulo batido y, posteriormente, con el polvo de pan.
  7. calentar grasa obtenida de algún vegetal (o animal) rico en ella en un recipiente hasta que llegue a una temperatura de unos 175 grados.
  8. Introducir el pedazo de carne en el recipiente y esperar a que se produzcan ciertas reacciones químicas (similares a las del caso del pan). 

Como digo, lo anterior está muy simplificado y no he incluído la mayor parte de los detalles. Aún así, incluye el uso y manipulación de varios vegetales, animales, minerales y hasta un fungi (¿fungus?) en formas complicadas.

Para la mayoría de la gente (o al menos para mí), "freír" es uno de esos conceptos infantiles. No suelo pensar en que estoy calentando un líquido con alta temperatura de ebullición para acelerar ciertas reacciones en ciertas proteínas; sino que es, simplemente, esa cosa que me permite pasar de un huevo crudo a un huevo frito. Para mí, la mayor parte del tiempo, freír es magia y supongo que lo mismo le ocurre a la mayoría de las personas.

Hola

Hace poco escribí, de forma bastante pedante, que "nuevas palabras cubriendo nuevos conceptos nos permiten generar nuevas intuiciones y aumentar el espacio de lo cognoscible". Ahora lo extiendo diciendo que ciertos conceptos (y palabras) nos permiten olvidarnos por completo de los detalles para poder manejar mucha información sin bloquearnos.

Y lo dejo aquí porque me está apecteciendo un filete empanado.

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